Editorial

En estos días que hemos pasado en cuarentena, 107 para ser exactos, me ha dado tiempo para pensar, reflexionar y contrastar muchas cosas de nuestra vida religiosa a la luz de lo vivido. La cuarentena para nosotros los religiosos, en lo que tiene de ‘encierro’: relaciones personales intensas,

permanencia en un lugar cerrado y privación de algunas experiencias sociales y relaciónales, etc., solo nos ha devuelto una dimensión quizá algo olvidada o adulterada por la vida híper-activa que llevamos. La cuarentena nos ha recordado que toda vida religiosa tiene una dimensión contemplativa, un espació de claustro, que no solo es consustancial a la vida religiosa misma, sino que perderla es relajar nuestra propia opción vocacional. Así que, por ese lado, para nosotros este tiempo de confinamiento, aislamiento… ha sido un tiempo de desierto, pero no de aridez y sequedad, de muerte y desolación, sino el lugar donde se

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