Una perspectiva Australiana
En este artículo me propongo ofrecer algunas reflexiones sobre la pastoral bíblica en Australia y sobre cómo puede ayudarnos a atravesar unos tiempos difíciles marcados por la crisis. Permítanme que me presente: he sido sacerdote en Sydney durante 56 años y obispo de una de las tres diócesis en la ciudad de Sydney durante 17 años. Antes de ser Obispo di clases en nuestra facultad del seminario y en un instituto de espiritualidad que yo mismo fundé hace 30 años. Siempre me ha interesado la Sagrada Escritura y tengo un título de postgrado en Nuevo Testamento de la Universidad de Londres.
Hasta las últimas décadas la Iglesia católica en Australia ha mantenido buenas relaciones con la sociedad australiana. La cultura australiana se basaba en valores judío-cristianos, y las cuestiones morales defendidas por la Iglesia encajaban con el estilo de vida de la población. El gobierno fundó la mayor parte de nuestro gran sistema de enseñanza católica y muchos proyectos sociales dirigidos por nuestras oficinas de bienestar social invirtiendo cientos de millones de dólares. El clero gozaba de alta estima y las escuelas y hospitales católicos eran respetados en la sociedad. La relación que la Iglesia católica en Australia mantenía con el gobierno era la envidia de la Iglesia en muchas naciones.
Obviamente esto ha cambiado sustancialmente en las últimas décadas. Australia se ha convertido en un país muy secular, con un tipo de secularismo que es poco favorable a la religión. Los valores morales de la sociedad han cambiado significativamente en lo que respecta a la contracepción, el aborto, la eutanasia, la redefinición de matrimonio en cuanto a las parejas del mismo sexo y las que excluyen tener niños. No se trata de cuestiones estrictamente individuales, sino de un esfuerzo dirigido a eliminar los valores judío-cristianos en los que se ha basado nuestra sociedad. Este esfuerzo está teniendo éxito. Mientras la Iglesia todavía recibe sustanciosas ayudas del gobierno para sus escuelas, cada vez se van reduciendo más. Antes era el 25 por ciento de los australianos, ahora es el 22 por ciento: muchos católicos han abandonado la misa dominical, y el promedio de los que asisten estará entre el 10-12 por ciento de los cinco millones de personas que marcan el apartado “católico” en nuestro censo. La tendencia va hacia abajo más que hacia arriba. El asistente medio a la misa dominical en Australia ha nacido en el extranjero. La Iglesia católica ha perdido el apoyo de muchos, quizás de la mayoría de sus miembros nacidos en Australia.
Este declive había empezado antes de que la Iglesia australiana sufriera el golpe más significativo y devastador de su historia: el abuso sexual de niños y niñas por sacerdotes y religiosos católicos. Durante los dos últimos años este ha sido el tema de una comisión del gobierno (Government Royal Commission) que ha recibido casi cuatro mil quinientas denuncias contra sacerdotes y religiosos católicos llegando a la conclusión de que casi el siete por ciento de los sacerdotes diocesanos y un poco menos por lo que se refiere a los sacerdotes religiosos, llegando hasta el veinte por ciento de algunas congregaciones religiosas, han sido acusados de abusadores. Todo esto en un periodo de treinta y cinco años.
La comisión se ha centrado sobre todo en la respuesta que los líderes han dado a esta cuestión y ha llegado justamente a la conclusión de que los líderes de la Iglesia Católica han sido muy negligentes a la hora de proteger a los miembros más jóvenes de sus congregaciones. Estas declaraciones y la publicidad sobre los descubrimientos de la comisión han tenido un efecto devastador en el pueblo católico, en la sociedad australiana en general, y en la
credibilidad de la Iglesia católica. Se necesitará mucho tiempo para que la Iglesia católica recupere su credibilidad en la sociedad australiana.
En este contexto me gustaría tomar en consideración la cuestión bíblica. El estudio de la Sagrada Escritura en Australia ha alcanzado un nivel muy alto. Algunos de nuestros biblistas australianos gozan de fama internacional, muchos son enormemente apreciados en Australia, y mucho del trabajo sobre la Escritura se debe a estos estudiosos/as. Son muy generosos con su tiempo, y con gusto abandonan el ámbito académico para ayudar en las diócesis, parroquias y movimientos católicos. Nuestros sacerdotes y religiosos y un creciente número de fieles laicos han aprovechado las oportunidades recibidas y probablemente conocen la Sagrada Escritura mejor que las generaciones precedentes. Los estudios bíblicos gozan de buena salud en Australia, y suscitan un gran interés en aquellas personas seriamente comprometidas con la Iglesia, por ejemplo, maestros católicos, personal que trabaja en las parroquias y laicos católicos muy comprometidos.
Sin embargo, este retrato maravilloso que acabamos de hacer de los estudios bíblicos es solamente una cara de la moneda. La otra cara es la praxis de la pastoral bíblica que se centra más en la integración de la Sagrada Escritura en la vida y espiritualidad de los fieles católicos. A mi modo de ver, ofrece una imagen bastante opaca; queda mucho por hacer en esta área, y no hay mucha gente involucrada en ella. La diferencia entre el estudio de la Escritura y su integración en la vida espiritual es que la primera nos instruye sobre la Escritura, mientras la segunda intenta que esta llegue a ser parte integral de nuestra vida personal. Nuestros sacerdotes, por ejemplo, saben más sobre la Escritura que las precedentes generaciones de sacerdotes, pero no tienen el gusto por la Escritura, la capacidad de integrarla en la vida espiritual y la habilidad de moverse con agilidad en las homilías y la pastoral bíblica.
Hay poco liderazgo en esta área de parte de la conferencia episcopal católica australiana. Esta no tiene ninguna comisión encargada de la pastoral bíblica, y ninguna de sus comisiones tiene responsabilidad para ni siquiera mencionar la Escritura. Pocas diócesis tendrían personal específicamente responsable para la promoción de la pastoral bíblica. Para tratar de establecer una red de personas que trabajaran en esta área, yo mismo envié una carta a todos los obispos y a los superiores de las congregaciones religiosas para preguntarles quiénes habían trabajado en esta área. Recibí tan solo unas diez respuestas y estas revelaron que se estaba haciendo muy poco al respecto. Mientras la Escritura forme parte del currículum de nuestras escuelas católicas, la mayoría de los maestros la tratarán tal como ellos la aprendieron, es decir, en el contexto de los estudios bíblicos.
Esta disparidad entre el estudio de la Escritura y su integración en la vida de los fieles fue mencionada y reconocida por los obispos en el Sínodo de la Palabra. Yo estuve presente en el Sínodo como representante de la conferencia episcopal católica australiana. El Sínodo, citando el Concilio Vaticano II, recomendaba que los fieles se familiarizaran más con la Escritura:
“El Sínodo propone que se exhorte a todos los fieles, incluidos los jóvenes, a acercarse a las Escrituras por medio de una “lectura orante” y asidua (cf. DV 25), en modo tal que el diálogo con Dios llegue a ser una realidad cotidiana del pueblo de Dios” (Proposición 22).
Y de nuevo:
“Este Sínodo vuelve a proponer con fuerza a todos los fieles el encuentro con Jesús, Palabra de Dios hecha carne, como evento de gracia que vuelve a acontecer en la lectura y la escucha de las sagradas Escrituras. Recuerda san Cipriano, recogiendo un pensamiento compartido por los Padres: ‘Asiste con asiduidad a la oración y a la Lectio divina. Cuando oras hablas con Dios, cuando lees es Dios el que habla contigo’ (Ad Donatum, 15). Por tanto, esperamos vivamente que de esta asamblea derive una nueva etapa de mayor amor a la Sagrada Escritura por parte de todos los miembros del Pueblo de Dios, de manera que de su lectura orante y fiel en el tiempo, se profundice la relación con la misma persona de Jesús” (Proposición 9).
No creo que esto haya sucedido de ninguna manera significativa en Australia. Y no creo que el énfasis que el Vaticano II puso en la Escritura haya sido tomado en serio en la Iglesia. Como miembro del Comité Ejecutivo de la Federación Bíblica Católica soy consciente de cuán pequeño e insignificante es nuestro Comité en comparación con los recursos de la Iglesia relativos a la liturgia, justicia social, doctrina, vida religiosa, clero, etc.
En Australia no tenemos la cultura de leer la Escritura; hemos ganado la batalla de tener una Biblia en la mayoría de los hogares fervientemente católicos, pero no hemos ganado la batalla de conseguir que la lean regularmente, y aún menos que se comprometan con ella en sus vidas. No hay ninguna ocasión formal en la que la Iglesia católica en Australia pida a sus miembros que lean la Escritura, como por ejemplo la preparación a los sacramentos. Se dedica más tiempo y recursos a la lectura y la enseñanza de los documentos del Papa y de la Iglesia que a leer la Escritura. Aunque no cabe duda de la importancia de estos documentos, sería de gran ayuda si se pusiera mayor énfasis en el contacto con la Escritura.
En vista de la presente situación de la Iglesia australiana, hay una necesidad urgente de que la Iglesia recupere su credibilidad de manera que pueda ser un testimonio eficaz del mensaje cristiano. Hay una creencia muy extendida de que la mejor manera para que esto se puede lograr es volver a poner el foco en Jesús. Jesús no es solamente el mensajero, sino también el mensaje. A menudo nosotros hemos proclamado el mensaje, pero quizás no hemos puesto suficiente énfasis en la persona que lo encarna. Un paso importante para volver a Jesús es animar a la gente a que se comprometa seriamente con la Escritura, no solamente como una fuente de estudio, sino como un lugar para encontrar al Señor personalmente y aprender de primera mano a vivir como Jesús vivió; de hecho, se trata de vivir con Jesús a lo largo de nuestro viaje común hacia el Padre. Los fieles laicos no son los responsables de los escándalos que agravan la presente situación de la Iglesia en Australia; los responsables son las tropas de primera línea cuyas vidas pueden restablecer la credibilidad de la Iglesia. La encarnación del Evangelio en sus vidas es el instrumento más poderoso para proclamar su mensaje.
Creo que la práctica de la lectio divina juega un papel importante para la profundización en la fe que Australia necesita. La lectio divina está orientada hacia ese objetivo. Considero la lectio divina una lectura personal o comunitaria de un pasaje de la Escritura con el objetivo de comprender en profundidad, apreciar y apropiarse del texto, una lectura que conduce a la oración y a la transformación interior de la vida. Su finalidad es profundizar nuestra relación con Dios en Jesús y transformar nuestra vida de acuerdo con la revelación manifestada en Jesús. El último punto relevante de esta definición es que la lectio divina tiene como objetivo cambiar las vidas de los fieles de manera que ellos puedan vivir como Jesús vivió. Sin embargo, la práctica de la lectio divina, tal como a menudo se practica en Australia, no siempre está explícitamente orientada hacia este fin.
Guigo II (†1193), un cartujo que escribió en la segunda mitad del siglo XII, ha influenciado notablemente la práctica de la lectio divina en Australia. Propone el esquema, “lectura, meditación, oración, y contemplación” (La escalera de los monjes, cap. 2). El monje parece terminar su esquema con la contemplación, aunque más adelante en su carta a Gervasio dice, “¿qué aprovecha ocupar el tiempo con lectura continua, recorrer la vida y escritos de los santos, a no ser que masticándolos y rumiándolos saquemos el jugo y tragándolos los transmitamos a lo profundo del corazón, para a partir de ellos considerar diligentemente nuestro estado y procurar realizar las obras de aquéllos cuyos hechos deseamos leer?” Sin embargo, se suele decir que la contemplación es el resultado de la lectio. La preocupación por la contemplación que tienen los predicadores y escritores espirituales en la actualidad respalda este modo de entender la lectio. De todos modos, dicho acercamiento a menudo no se dirige explícitamente, o ni siquiera implícitamente, al modo en que esta lectura, meditación y oración conducen al cambio de vida que debería resultar de ellas.
Una fórmula más provechosa es la que ofrece Hugo de San Víctor (†1141) que escribió en la
primera mitad del siglo XII. Sugiere “lectura, meditación, oración, trabajo, contemplación” (Didascalía, Libro 5, capítulo 9). La inclusión de la palabra “trabajo” en la fórmula refleja la importancia de la lectio como medio para transformar nuestra vida de manera que vivamos como Jesús. Hugo de San Víctor incluye la contemplación, pero reconoce que esta no es solamente el fruto de la oración sino el resultado de una vida como discípulo de Jesús.
Vale la pena desarrollar este punto. La vida cristiana se puede comparar a una bóveda. La bóveda tiene dos lados y una piedra en la parte superior, la piedra clave, que sostiene la bóveda e impide que colapse hacia dentro. La piedra clave es la oración. Sin embargo, la piedra clave no se mantiene en su sitio sin el soporte de los lados de la bóveda. Los lados de la bóveda representan la eliminación de los vicios y la aplicación de las virtudes, es decir, la transformación de la vida. En la vida cristiana ambos están estrechamente relacionados.
El último objetivo de nuestra vida en este mundo no es pasarla en la montaña con Jesús, sino vivir en el valle imitando al que vino no a ser servido sino a servir. El servicio es el último objetivo del por qué estamos aquí, no solo la unión con Jesús. Para alcanzar este objetivo, es esencial vivir una vida cristiana completa y plena. Ir a Dios solo mediante la oración es mantenerse con un solo pie. Se necesitan ambos pies: la oración y la transformación de vida. El resultado final es vivir como vivió Jesús.
La lectio divina es una práctica que puede realizarse en varias formas. Sin embargo, considero que muchas de las maneras en practicadas en Australia no conducen a un cambio de vida. La lectio divina es de hecho un modo de vivir, en el que constantemente encontramos a Jesús en los textos de la Escritura que nos invitan a vivir como él vivió. Para que la lectio divina pueda ser provechosa hay que practicarla regularmente. Si la ignorancia de la Escritura es ignorancia de Cristo, entonces la familiaridad con la Escritura es familiaridad con Cristo, una estrecha unión con él. La vida del discípulo de Jesús consiste en vivir estrechamente unido a él.
Para restablecer la credibilidad de la Iglesia y de un estilo de vida cristiana en Australia, necesitamos testimonios vivientes del Evangelio. Necesitamos volver a Jesús. ¿Qué mejor manera de lograrlo que con la práctica de la lectio divina que está dirigida explícitamente a estos testimonios vivientes? Esto sería un medio importante y efectivo para trabajar en la principal cuestión con la que se enfrenta la Iglesia en Australia. Si queremos recuperar la credibilidad que antes tuvimos, ambos, nuestro pueblo y nuestro clero, tendrán que vivir concretamente el Evangelio.
En cuanto miembro del Comité Ejecutivo de la Federación Bíblica Católica he podido percibir que las Iglesias de África, Asia, Europa y América del Sur están más adelantadas que la Iglesia en Australia en lo que se refiere a ayudar a los fieles a que integren la Sagrada Escritura en sus vidas. Creo que debemos aprender de ellas.
Mons. David Walker
(Obispo de Broken Bay, Australia)